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JAMÓN EN ESCABECHE

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CAL 446,6 · HC 8,3 · PR 53,7 · GR 17,6 [POR RACIÓN]





Desde hace unos días, se está difundiendo una iniciativa entre los blogs amigos, que nos pide que pensemos qué es el hambre, y se pide que se done comida a los bancos de alimentos.

Digo por delante que esta iniciativa me parece loable, que es de admirar que algunos bloggers dediquen su tiempo y sus posts a fomentar estas iniciativas, y que lo apoyo.

Pero quiero profundizar en este asunto: el hambre.

Hambre no es esa sensación de estómago vacío. Hambre es sufrimiento, impotencia, hambre es dolor pero de otro tipo. Hambre es no tener comida, y no tener soluciones. Es no tener comida porque hay una distribución injusta de los alimentos y de los recursos, y eso no depende de ti, ni de mi. Y no depende de que alguien done un kilo de arroz a un banco de alimentos. No. De verdad.

Hambre para mí es un amigo, de un pueblito de Extremadura, que me contaba llorando cómo tuvo que pasar por primera vez la vergüenza profunda y atravesante de buscar comida en la basura para que cenaran sus hijos. Y cómo me decía con la voz rota y el alma rota que se sentía incapaz de alimentarlos como es su deber, y que tenía que recurrir a lo que los demás tiraban, y que le habían visto rebuscar en el contenedor y había tenido que tragarse la vergüenza y seguir buscando.

Hambre es salir de ruta con la entidad con la que colaboro, que se encarga de trabajar con personas sin hogar, y hablar con Abdu, que vino hace años de Costa de Marfil y hoy duerme bajo un puente de Madrid, ofrecerle un café y que me diga Por favor, deja café a mis compañeros. Si esta noche no han cenado, mañana se despiertan llorando por el hambre. Abdu y sus compañeros tienen entre 23 y 45 años, algunos están enfermos, otros han perdido la esperanza, algunos han caído en trabajos ilegales donde les han negado su salario porque no pueden acudir a la justicia para reclamarlo.

Estoy harta. Harta y harta. De las soluciones verticales. De la caridad. Del pobre ayudando al más pobre todavía. Mientras hay grandes superficies que tiran a la basura la mitad de los alimentos que se producen en el mundo. Y los gobiernos lo permiten, pero eso sí, te ponen una multa si buscas comida en un contenedor. Ayudas a las grandes superficies, multas a los más pobres de entre los pobres. Y sí, hablo de España.

Esto no tiene ni pies ni cabeza.

¿Qué es hambre? Hambre es injusticia. Es un sistema donde los que más tienen nos piden a los que no tenemos que seamos caritativos con aquellos que ya no son, los que no forman parte del sistema porque han salido a empujones.

Es la injusticia de que si te has quedado sin trabajo y no puedes alimentar a tus hijos, la culpa es tuya y lo pagas tú. Es la injusticia de que si el sistema falla y no es capaz de darte un trabajo porque unos pocos lo han colapsado por su voracidad sin límites, la culpa te la pasan como tuya y lo pagas tú.

¿Estamos locos? ¿Nos hemos dado un golpe en la cabeza?

Si buscamos soluciones, tendremos que deslegitimar el sistema. Hambre es vivir en una sociedad que no ofrece soluciones, cuando la sociedad somos nosotros, y mantenemos sin protestar una élite de grandes capitalistas devorando las ganancias del sudor de nuestra frente. Y les damos las gracias.

Estoy harta de las campañas de "dale un kilo de arroz a un pobre" y no de "crea conmigo un sistema social donde la pobreza no tenga cabida"

Estoy harta de que el sistema que propicia las condiciones para la desigualdad, pida a sus víctimas que ayuden a las demás víctimas y nos parezca que piensan en los demás.

No quiero un mundo de buenas personas. Quiero un mundo justo.

No critico, de verdad que no, los bancos de alimentos. Quien me leyera en Lombarda braseada especiada sabe que hay soluciones que van más allá de los bancos de alimentos, que hay sistemas de autoorganización ciudadana que funcionan y muy bien. No quiero que se tome como una crítica, solo pretendo que reflexionemos sobre por qué hacemos lo que hacemos, y sobre qué objetivo debería tener nuestra ayuda [si elegimos que sea ayuda y no colaboración, algo completamente correcto y justo]

[P.D. Agradezo esta receta a Tia Alia, de la que no he hablado porque me lío y no me paro...]



INGREDIENTES
[4 PERSONAS* / 6 PERSONAS CON GUARNICIÓN]

Jamón de cerdo fresco, 1 kg, en una pieza
Cebolla, 2 medianas [150-200 gr]
Cebolletas, 2 [100 gr]
Zanahorias, 3 [150-200 gr]
Vino blanco, 1 vaso [250 ml]
Aceite, 2 cucharadas [30 ml]
Laurel, 1 hoja
Pimienta negra en grano, 10-12 bolitas
Ajo, 3 dientes

*Los valores nutricionales están calculados para 4 personas, sin acompañamiento. Es una ración muy generosa.

MODUS OPERANDI

Lo primero que hacemos es limpiar y cortar las verduras, sin mucho cuidado porque las trituraremos al final del guiso. Y salamos el jamón.

En un bol, colocamos una bolsa de plástico apta para uso alimentario. Dentro de la bolsa metemos el jamón [en una pieza, tal como lo hemos comprado], todas las verduras y las especias junto con el vino, y la cerramos bien sacando todo el aire. Esta técnica permite que el adobo se distribuya bien por la pieza de carne, a diferencia de los adobos normales, y no hay que darle vuelta. Si no puedes hacerlo así, mete todo en un bol y da vueltas cada media hora a la carne.

Lo dejamos así entre 2 y 3 horas.

Al cabo de este tiempo, ponemos una olla al fuego con el aceite, y cuando esté caliente añadimos el jamón, y lo marcamos por todos sus lados. Esto significa que lo ponemos al fuego un par de minutos por cada lado hasta que se selle bien la carne.

Ahora añadimos todas las verduras, las dejamos pochar unos 5 minutos y añadimos los líquidos del adobo y las especias. Lo dejamos cocinarse, destapado y a fuego medio, unos 40 minutos, aunque esto dependerá siempre del tamaño de la pieza.

Una vez cocinado el jamón, retiramos la hoja de laurel y parte de la pimienta [podéis dejar 5 o 6 bolitas, para que no esté muy fuerte] y trituramos las verduras con el líquido que haya quedado.

Si la salsa está muy líquida, la devolvemos al fuego 5 o 10 minutos, para reducirla. Y servimos la carne fileteada con la salsa por encima.


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