CAL 342,2 · HC 43,5 · PR 11,1 · GR 15,1 [100 GR]
Espaciadas, lo sé, últimamente escribo de higos a brevas porque las mudanzas son agotadoras, y si después de una mudanza, cuando te creías que todo iba a ser paz y tranquilidad y ya estabas tú cogiendo sitio para ponerte cual yogui meditante, te das cuenta de que te has pillado los dedos y de que tus compromisos blogosféricos se te comen... tienes que elegir sí o sí hacerte un #asaltablogs galleteril, que al menos puedas disfrutar de un café con galletitas y devolver tu karma a su sitio.
La cosa es que ando como desubicada. Mi horno, mi amado horno de los últimos 8 años, tuvo un fatal accidente en el traslado, y descansa en paz en el punto limpio. No era un horno muy especial, pero era el mío. Y yo lo conocía. Y él me conocía a mí. Y ambos sabíamos que 225º para nosotros significaba 200º y que función gratinado era una broma de mal gusto del fabricante. Pero eramos tan felices!
No pasa nada, en verdad, la casa a la que me mudé también tiene horno. Que no es el mío, pero es un horno. No tiene la puerta pegada por dos sitios con pegamento extrafuerte, y no tiene marcas en la base que no se quitan por más que rasques, y tampoco hace un ruido como de turbina de avión. Es más anodino, más del montón.
Pero funciona. Y no veais como. La primera tanda de galletas, carbonizadas. De lo bien que va [y de que olvidé bajar la temperatura y este horno tiene el límite muy por encima de los 225º]. Carbón carbón, del de la estufa, ni rascando con un cuchillo aparecía una galleta debajo.
La segunda, resuelto el error, quedó bien. Y es que este horno no se apaga solo, que esa es otra. El otro lo podía dejar programado y salir, que se apagaba solito. Con este ya nos hemos tenido que levantar una vez a la una menos cuarto de la madrugada para sacar un pan metido a última hora y que era nuestro desayuno del día siguiente.
La gata cree que se nos ha ido la olla. Cada vez que horneo algo, para calcular el precalentado, me veis con el termómetro de horno vigilando el cristal cada 5 minutos. Tengo que tener un temporizador que me avise de cuanto son 10 minutos en el mundo real y no en mi cabeza despistada y sin noción del tiempo.
Y hoy he vuelto a quemar ligeramente el pan, porque aún no controlo la altura más adecuada de la bandeja.
Pero todo va bien. En cuanto encuentre el lugar idóneo de esta casa para hacer fotos con una buena luz [estoy en ello...] será perfecto.
Así que aquí tenéis, las galletas de la segunda bandeja, las que sí se podían comer, las que son dignas de ser un asalto bloggero a Postres Originales
INGREDIENTES
[2 BANDEJAS]
Harina integral de trigo, 290 gr
Mantequilla, 75 gr
Muesli, 100 gr
Levadura, 7 gr
Azúcar, 120 gr [usé su equivalente en sacarina líquida]
Huevos, 2 ud
Nada como un rodillo regulable para estirar masas... son divinos.
MODUS OPERANDI
Cortamos la mantequilla en dados, y la dejamos atemperar un buen rato fuera de la nevera. No la necesitamos líquida, solo un poco blanda.
En un bol, ponemos la harina, el azúcar [si usamos sacarina líquida la pondremos con los huevos] y la levadura, y sobre la mezcla echamos la mantequilla. Mezclamos todo con las manos, hasta tener una mezcla con aspecto de arena gruesa.
Añadimos a esta mezcla los huevos, y amasamos hasta que se integren. Yo me ayudé de un robot amasador, pero se puede hacer con las manos.
Una vez lo tengamos, añadimos el muesli a la masa y lo integramos. Podemos añadir una gota de leche si vemos que es imposible trabajar la masa, pero sin pasarnos! Hacemos un rulo y lo envolvemos en papel film, lo metemos en la nevera y dejamos que pasen 30 minutos, no es necesario más.
Pasado este tiempo, sacamos la masa de la nevera, la estiramos [usé un rodillo ajustable y puse 1 cm de alto] y cortamos como más nos apetezca.
Para esta altura de galleta, se hornean a 180º unos 15-20 minutos, con el horno previamente calentado, claro!